Andreas Kubach, director general de Península Viticultores. Master of Wine.

Entrevista 
Andreas Kubach. Director general de Península Viticultores. Master of Wine.

‘Me tomaría un vino con el filósofo Bertrand Russell y le preguntaría por qué lo bebemos’

Andreas Kubach cuenta que Península Viticultores es la compañía vinícola que él y sus socios soñaban, un modelo que no existía. Es su proyecto vital. Gestiona, desde Madrid, bodegas y viñas de toda España, siguiendo íntegramente todos los pasos, desde la cepa hasta la copa, separando la propiedad de la gestión. Kubach, Jesús Cantarero, propietario de Fontana Bodegas & Viñedos, en Castilla–La Mancha y Sam Harrop, Master of Wine, como él, son los cofundadores. Nacido en Frankfurt, Andreas Kubach vivió en Francia hasta los seis años y en Brasil hasta los 15, cuando su familia se instaló en España.

 

¿Qué es Península Viticultores?

Península Viticultores es mi proyecto vital. Somos un grupo de gente, de lo más ecléctico, que nos conocemos desde hace tiempo, con mucha experiencia en el mundo del vino, que nos dimos cuenta de que compartimos valores e ideas, el por qué estamos en el vino y dónde pensamos que va y la frustración anterior de años de experiencia. Construimos la compañía de vino que quisimos tener y no habíamos encontrado.

¿Y una descripción más técnica?

Es una compañía de elaboración de vinos y gestión de fincas y bodegas. Gestiona íntegramente todos los pasos, desde la cepa hasta la copa. En el caso de las bodegas Fontana y Badiola, Península actúa como director general, como director de viticultura, director de enología, comercial y financiero. Integramos todas las áreas funcionales e intentamos construir los negocios de forma coherente. Separamos la propiedad de la gestión.

¿Cuál fue el primer paso? 

Fontana fue la primera finca, Jesús, el dueño es mi amigo desde hace muchos años y mi socio fundador junto con Sam Harrop. Ahí hay una sociedad que es la dueña del viñedo. Península decide todo y factura todo el vino, no factura servicios. No aglutina bodegas y las comercializa, sino que hace los vinos en estas bodegas, aunque no sea el dueño de los activos. Los accionistas pueden ser accionistas de las diferentes etapas. Jesús tiene una compañía agrícola en la que es dueño de las hectáreas de viñedo, hay otra sociedad que es la dueña de los activos de producción, barricas y ese tipo de cosas y Península es la que gestiona todo el pack y lo comercializa.

Cada parte del negocio asume los riesgos que le son intrínsecos y no tiene los gastos de los demás. En Fontana hay un equipo técnico, pero no una dirección técnica porque eso lo asume Península, por ejemplo. No hay director comercial porque lo asume Península. No hay director general porque lo asume Península.

A veces hay una gran distancia entre la producción y la venta.

Cada vez que tenemos estos interfaces, como los llamamos internamente, entre viticultura y enología, entre enología y la parte más comercial, si no está bien diseñado se pierde calidad o competitividad.

¿Cuántas bodegas tiene Península?

Son dos bodegas y varios proyectos. Teníamos mucha inquietud con Rioja porque pensamos que hay una oportunidad de hacer riojas distintos y estuvimos literalmente cinco años buscando proyectos y socios. Y lo hizo la casualidad. Soy amigo de Eneko Atxa, el cocinero de Azurmendi. En una comida allí conocí a su tío Gorka Izagirre y nos dimos cuenta de que teníamos la misma inquietud con riojas terroir. Riojas de origen y no de estilo. Él nos ayudó a buscar el sitio adecuado. Compramos una bodega que estaba a la venta en Villabuena de Álava. Repetimos el modelo de Fontana. Península gestiona todos los aspectos de Bodega Badiola.

Hablaba de los varios proyectos.

Me refiero a proyectos de montaña como Apóstata y otros. Son vinos que hace nuestro equipo en bodegas que tenemos alquiladas o en las tenemos acuerdos de espacio. Trabajamos en Castilla y León, en Sierra de Gredos también hacemos txacolí.

Un portafolio de vinos amplio, algunos de autor.

Sí, aunque a mí no me gusta el concepto vinos de autor. Tenemos un problemilla en España, en general. Tenemos una cultura de hacer lo que nosotros llamamos vinos de estilo, en el sentido de que su personalidad emana del trabajo en la bodega. El Rioja clásico de crianza oxidativa es el clásico ejemplo. Alguien tiene un arte en envejecer un vino y hace un vino maravilloso pero la personalidad realmente emana de ese envejecimiento y en el camino estás ocultando, o no estás resaltando, al menos, el origen preciso de este vino.

¿Puede profundizar en esta idea?

Los llamados vinos de autor, creo que son una reacción en Rioja a vinos clásicos cuando no estuvieron de moda y había que emular la Ribera de Duero. Se hacen vinos buscando más madurez, más contenido polifenólico, o mucha madera nueva, mucha fruta, pero vuelve a ser un vino de estilo. Se está forzando un estilo, más que expresando un lugar. Haces un vino que huele y sabe a un Ribera, aunque sea de Rioja. Eso se ha llamado vino de autor y mí me parece casi insultante para el terroir.

¿Insultante?

Yo no tengo ninguna aspiración artística de perpetuarme a mí mismo con la botella, lo que quiero es una expresión cultural en la botella. Eso es algo que se entiende mucho mejor en otros países. Y para mí, es una de las razones por las que nos quejamos de que no vendemos caro. Fallamos porque no entendemos la dimensión cultural y no la trasladamos a la copa.

¿Esa es la razón por la que España mira con envidia a Francia?

Las razones son complejas, pero desde luego no ocurre solo porque falte la promoción. La gran mentira del vino español, y sé que no es nada popular decirlo, pero para mí es obvio, después de muchos años, es que hacemos un gran vino pero no sabemos venderlo. Eso no es totalmente cierto. No hacemos vinos con personalidad e interés suficiente para que la gente quiera pagar más por ellos.

¿Hay más filosofía en la etiqueta que en la botella, en ocasiones?

Eso también pasa. Y volvemos a la idea que hemos hablado antes, a esa separación del marketing de la creación del vino. Si tú haces un marketing tipo barniz, superficial, tienes un techo de precio en el que puede funcionar.

Su manifiesto afirma que quieren compartir su pasión por el vino, pero que no ven como su papel ‘educar’ al consumidor. ¿Por qué han querido precisarlo así?

Porque es una simplificación que nos hace mucho daño. La razón por la que existimos como elaboradores de vino es que la gente sea más feliz y disfrute. Disfrutar emana de diferentes placeres, uno es el obvio, que es el organoléptico y social pero también hay uno gastronómico, estético y cultural. Si tú te pones en plan académico, en educar lo que alguien debe beber le quitas todo el placer. Yo no quiero dar clases de geografía o de historia a nadie, lo que quiero es ofrecer vino. Yo creo que la vida es mucho mejor con vino que sin vino. Que cada persona elija. Esta actitud pretenciosa del mundo del vino de saber lo que a la gente le conviene creo que nos hace mucho daño y se repite como mantra sistemático. Y no creo que sea bueno.

Es una de las cuatro personas en España personas Master of Wine, marca que comparte con Pedro Ballesteros, Fernando Mora y Almudena Alberca. ¿Por qué tan pocos en un país con tanta viña?

Hemos mejorado mucho. Cuando yo empecé en esto había solo uno, Pedro Ballesteros que era mi mentor. Ahora somos cuatro y si sumas los que no tienen nacionalidad (yo tengo la española y la alemana) y trabajan en España como Norrel Robertson que lleva tantos años como yo, o Jonas Tofterup y David Forer, ya somos siete. Yo creo que hay dos razones, la primera es no se entiende lo que es, parece que es un nivel de diploma, o que es algo para los medios de comunicación, no se ve el interés y la segunda es que algunos candidatos que tenemos no son suficiente polivalentes.

¿Es la clave la polivalencia?

Se tiene que profundizar bastante en viticultura, enología, comercio, pero no tanto como un especialista de cada campo. Un Master of Wine tiene que entender de viticultura, pero menos que un agrónomo, saber enología, pero menos que un enólogo con una larga experiencia. Tiene que entender todas las fases y en España nos cuesta. A los enólogos les cuesta la vida entender cómo se gestiona una bodega, cómo se vende vino en el mundo o mirar más allá de su vino. Y a los gestores y comerciales les cuesta entrar en la ciencia de la elaboración. Hay un pequeño elemento, el idioma que es la excusa que siempre ponemos. Las catas se hacen en inglés, pero la parte teórica puede hacerse en castellano perfectamente. Tengo un amigo japonés que escribió todos los ensayos en su lengua. El idioma no es una excusa.

Usted ha reflotado bodegas. Vienen tiempos complicados. La Covid–19 ha acentuado problemas y ha creado nuevos. ¿Cómo ve ahora el negocio del vino cuando los restaurantes lo están pasando mal?

Estamos dedicando tiempo a responder a esta pregunta. Se está polarizando mucho el mundo del vino y lo están pasando obviamente muy mal las bodegas que están muy centradas en España y en el sector hostelería. España es de los pocos países en los que la hostelería supone la mitad del mercado del vino en valor. Las bodegas que exportan mucho, que están más diversificadas, incluso en gamas altas, porque en otros países, hay una mayor parte del consumo vía clubes, tiendas especializadas, consumo en el hogar, lo están pasando menos mal. No somos ni mucho menos inmunes, exportamos el 80% de la producción. Inglaterra, Alemania, Suiza, Japón, Benelux, Escandinavia, incluso Canadá, realmente no están tomando menos vino, ha migrado un poco hacia otros canales. Y los que hemos sido capaces de seguir esto con muy buena clientela, estamos relativamente bien. Yo creo que viene a recordarnos una realidad muy dura. En España solo bebemos el 30% de lo que producimos. A cualquier bodega, grande o pequeña, no nos queda más remedio que vender a nivel global. Y lo que opine un señor de Tokio o de Londres o de Toronto es tan o más importante que lo que opine un señor de Barcelona, de Sevilla o de Cuenca. Esta vocación exterior y global creo que es fundamental. Y eso a la vez te obliga a ser competitivo, que no es ser barato sino hacer cosas interesantes y atractivas para un público global. El mercado doméstico es como muy benevolente, cuando falla la gente cercana hay que medirse contra el mundo. Si se sabe hacer y transmitir, hay un hueco en el mercado.

¿Cómo se hace? 

Quizás hay que pensar más e improvisar menos. Quizás nos sirva para profesionalizarnos.

Es complicado cambiar las ruedas mientras el coche está en carrera.

Ahí está. Tenemos tanto potencial, hay tanta esencia cultural en todas las esquinas de la Península y las islas que trasladar todavía… Se está viendo, en vinos de todas las variedades que hay, desde el Montsant, Galicia, hasta Canarias hay gente a la que le está yendo muy bien haciendo vinos con una identidad claramente marcada y que en cualquier punto del globo la gente los entiende siempre y cuando el volumen, la calidad y el precio sean coherentes.

¿Con qué persona de cualquier época se tomaría un vino, cuál y de qué hablarían?

Yo tengo un filósofo guía que es Bertrand Russell, británico. Casi todo lo que he leído en toda mi vida de este señor me convence y me gusta. Me consta, según dicen por ahí, que era bastante aficionado al vino. Sería un personaje con el que tomar un vino. Le preguntaría por qué lo estamos bebiendo, poniendo énfasis en por qué y no en el qué ni en el cómo.

Usted insiste en disfrutar de una copa de vino por placer.

El placer más allá de lo obvio. Obviamente el vino tiene que estar bueno. Es muy legítimo que tomes vino porque te gusta su sabor y ya está. Es como escuchar una música mientras conduces. Y luego hay momentos en los que quieres que el estímulo sea más profundo y más interesante, sería esa música que se reconoce en las primeras notas, esos temas clásicos que emocionan. Aspiramos a eso para la gente que se interese por la manifestación cultural que es el vino. Esto es lo que vivimos mal, en ocasiones el enólogo va a contar sus vinos y si le preguntas por qué quiere que lo bebas, responde explicando cómo lo ha hecho. Te das cuenta de que los mismos enólogos no saben por qué hacen un vino. Es triste.

Rosa Matas.

Publicado en Enoviticultura nº67

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