Ecosostenible Wine 2019
Mejorar la aplicación y flexibilizar la normativa, claves para minimizar el uso del cobre en la viña
Los avances científicos se ven frenados por el ámbito legal. Ésta fue una de las conclusiones principales de la 6ª Conferencia Internacional de Viticultura Ecológica Sostenible y Cambio Climático, ‘Ecosostenible Wine’, que se celebró en Vilafranca del Penedès (Barcelona) en torno al eje temático del uso del cobre en los viñedos. En el encuentro, se constató que un 2% de la superficie de viña a nivel europeo utiliza el 20% de los productos fitosanitarios. Este dato sirvió como punto de partida para reclamar la necesidad de un cambio de enfoque en la regulación de la utilización del cobre.
Ante las limitaciones de este tipo de prácticas, existen alternativas sostenibles para una gestión adecuada de los viñedos. Así se expresó el profesor Emilio Gil, del Departamento de Ingeniería Agroalimentaria y Biotecnología de la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC). «¿Sobre qué base científica se ha impuesto la restricción de usar solo 4 kilos de cobre por hectárea al año en las plantaciones?», se interrogó Gil. En este sentido, abogó por mejorar las técnicas de aplicación del producto para reducir el impacto ambiental del cobre. Así, explicó que la combinación de formación tecnológica de los viticultores y el rigor científico de las normativas favorecería un ahorro del 27% en los procesos de aplicación. Gil exigió una normativa que permita «una aplicación variable del cobre en función de las características de las parcelas».
Los ponentes de la jornada coincidieron en señalar que el debate sobre el uso del cobre en la viña se debe vincular a los retos que plantea el cambio climático en el cultivo. El profesor de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Vicente Sotés, precisó que «para obtener una viña rentable, el clima y el suelo son determinantes para la producción». Sotés, igual que Emilio Gil, planteó la importancia de que el marco legal acompañe al técnico y que remita la tendencia a producir variedades que requieran una mayor demanda hídrica. «Las mejoras genéticas necesitan un ámbito legal para desarrollarse», apuntó.
Menos cobre que en los ríos
Desde el Comité Científico de la European Copper Task, una de sus miembros, Ana Salamero, advirtió de la paradoja que suponen informes como el de la Autoridad Europea de la Seguridad Alimentaria (EFSA), que «sitúa el nivel de cobre permitido en la viña por debajo del que contienen los ríos naturales de Europa». Ante estas contradicciones, Salamero pidió que el sector productor y la Administración vayan de la mano «porque las restricciones en la utilización no siempre se sustentas en condicionantes científicos».
Para ajustarse a la realidad, Salamero reivindicó un tratamiento singularizado para el cobre. «Es una sustancia diferente al resto y por eso su regulación presenta muchas incongruencias». Por eso, desde el Comité han enviado una carta a las autoridades comunitarias para que reformulen la ley y accedan a que los productores puedan usar hasta 6 kilos de cobre por hectárea al año.
Los expertos reunidos en la Ecosostenible Wine admitieron que con las dosis recomendadas por la EFSA puede llegar a ser complicado practicar incluso la agricultura ecológica ante la amenaza de plagas como el mildiu. Frente a estas dificultades, argumentaron la necesidad de analizar alternativas más sostenibles, en las que se empleen productos menos nocivos para el medio ambiente y que protejan correctamente a los cultivos.
¿Alternativas biológicas al cobre?
El reto pendiente desde el punto de vista biológico es encontrar un sustitutivo del cobre. ¿Son igual de eficaces otros sistemas para la protección de los viñedos? De momento, parece que no. Al menos, así se extrae de un estudio inicial elaborado por el Instituto Catalán de la Viña y el Vino (Incavi). En la jornada, uno de sus investigadores, Lluís Giralt, explicó que en los ensayos realizados en los suelos de las viñas de las Denominaciones de Origen catalanas se ha comprobado una relación directa entre el uso del cobre y las plantaciones atacadas con el mildiu.
Otro de los ensayos que se presentó es el del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental, en el que se estudian las emisiones de CO2 en el uso del cobre. El miembro del Instituto, Carles Gasol, aseguró que aplicando un compuesto en el que se mezcla el sulfato de cobre y óxido de cobre en una hectárea de diferentes parcelas vitivinícolas de Cataluña se ha logrado una reducción importante de las emisiones de CO2. «En función de cómo se aplique el producto, la huella de dióxido de carbono que deja el cobre se puede reducir al mínimo», aseguró Gasol.
Para el responsable de los servicios vitícolas del Grupo ICV, Jacques Rosseau, «la solución pasa por utilizar los fosfonatos como alternativa para el control biológico en la agricultura orgánica». Otros participantes en el Ecosostenible Wine cuestionaron esta teoría porque se ha verificado que utilizar este compuesto potásico genera pérdidas en los racimos, aunque estimula los mecanismos de resistencia natural de los vegetales.
Menos cobre, pero necesario
Desde la Comisión Europea se ha detectado un menor uso del cobre en la viña. Aún así, el director general de Agricultura y Desarrollo Rural de Vino y Licores, João Onofre, aseguró ante los participantes que «estáis preparados para la gestión de la sostenibilidad, pero ya que la agricultura no puede vivir sin el cobre, al menos tratad de generar buenas prácticas y respetuosas con el medio ambiente».
Altos niveles de cobre en el suelo de los viñedos. Es el descubrimiento de los investigadores de la Universidad de Vigo. Uno de los profesores que participa en el estudio, David Fernández, presente en el Ecosostenible Wine, aseguró que «a pesar de los altos índices encontrados, no hemos detectado problemas para el desarrollo de las vides ni en la calidad de los vinos». Este ejemplo sirvió para demostrar la necesidad regular el uso de cobre en función de las zonas, ya que, en un área como Galicia, los registros altos de precipitaciones obligan a utilizar más cantidades de fungicidas para proteger la cosecha de uva.
La jornada puso sobre la mesa la necesidad de la viticultura de adaptarse al cambio climático, encontrando alternativas al cobre que sean realmente eficaces y no perjudiquen al medio ambiente. Una de las contradicciones se produce en la agricultura ecológica, todavía muy dependiente del producto, pese a los efectos ambientales y sobre la salud que provoca. De momento, los análisis realizados verifican que el cobre puede ser tóxico para los microorganismos y reduce la fertilidad biológica de los suelos.
De entre los cultivos más comunes en Europa, el viñedo es unos de los que tiene una tasa más alta de acumulación de cobre. Las alternativas que se están planteando a su uso, casi todas en fase de estudio, no permiten sustituirlo, pero sí reducir la dosis. Como estos sustitutivos generan una huella de carbono más baja, algunos países europeos ya han solicitado que se autoricen en la normativa ecológica comunitaria.
Por su parte, el presidente del Instituto del Cava, Damià Deàs, instó al sector productor que, además de ser respetuoso con el medio ambiente, «implique e integre a los clientes y a los proveedores». En esa misma línea, el presidente de la Asociación Vinícola Catalana, Valentí Roqueta, auguró que más allá de plantear una estrategia empresarial, el ámbito vitivinícola ha de liderar las buenas prácticas de cultivo.
David Rodríguez, Vilafranca del Penedès.
Publicado en Enoviticultura nº58