Cambio climático

Impulsar un cambio de paradigma en la gestión de los viñedos en España para luchar contra el cambio climático y, al mismo tiempo, regenerar los suelos, frenar la erosión y fomentar la biodiversidad. Este es el objetivo principal de la Asociación de Viticultura Regenerativa que se ha constituido a mediados de noviembre en Barcelona y que quiere convertirse «en un punto de encuentro para compartir información, conocimientos y experiencias en torno al manejo holístico y la agricultura regenerativa».

Detrás de esta entidad, hay cinco bodegas y empresas familiares de diferentes territorios, comprometidas todas ellas con la sostenibilidad y la preservación del planeta: Familia Torres, Clos Mogador, Can Feixes, Jean Leon y la consultora agrícola AgroAssessor. Su intención es «sumar a otros viticultores, agricultores, bodegueros, formadores, investigadores o empresas a su causa para expandir este modelo agrícola basado en el ciclo del carbono y el único que se postula como solución para frenar el calentamiento global».

La presidencia está en manos de Miguel Torres, quinta generación de Familia Torres, mientras que Francesc Font, fundador de AgroAssessor, actúa de vicepresidente. Los vocales son Christian Barbier, responsable de viticultura de Clos Mogador, Joan Huguet, copropietario de Can Feixes, y Mireia Torres, directora de Jean Leon. El tesorero es el socio de AgroAssessor Eduard Muixach y la secretaria, la enóloga de Familia Torres Montse Catasús.

Miguel Torres ha indicado que «la razón de ser de esta asociación es divulgar y compartir conocimientos y experiencias. Hay que dejar de lado ciertos miedos y aprendizajes culturales y animarse a emprender el camino hacia la regenerativa para convertir los viñedos en grandes sumideros de carbono, ya que este es el único modelo que tiene sentido en el contexto actual».

Para explicar y promover las prácticas regenerativas, la nueva asociación tiene previsto organizar jornadas y simposios, así como un programa formativo con condiciones especiales para los socios. Estos también tendrán acceso a un foro de debate con los otros miembros donde intercambiar experiencias y conocimientos online y participar en salidas de campo y recibir periódicamente información y artículos de interés sobre viticultura regenerativa.

Al respecto, Francesc Font ha manifestado que «queremos que la asociación sea un espacio donde confluyan personas con inquietudes similares y que puedan compartir sus experiencias, ya que la agricultura regenerativa no tiene un manual que sirva para todos los casos, sino que se basa en la experimentación, y por eso es importante aprender los unos de los otros y compartir este conocimiento para avanzar».

La asociación está abierta a cualquier persona, empresa o entidad interesada en la viticultura regenerativa en cualquier punto del territorio español. Para solicitar información o darse de alta como miembro de la asociación, puede hacerse a través del formulario de contacto de la web www.viticulturaregenerativa.org. Además de información sobre la asociación y sus miembros, la web también recoge los eventos futuros y los ya celebrados, así como un espacio de noticias y artículos de interés sobre este tipo de viticultura.

Cabe señalar que la viticultura regenerativa es, en definitiva, un modelo centrado en recuperar la vida en los suelos imitando la naturaleza. Cuanto más vivos son los suelos, más capacidad tienen de capturar el CO2 atmosférico y más pueden contribuir a frenar el aumento de las temperaturas. A su vez, la acumulación de carbono orgánico en el suelo de los viñedos «ayudará a mejorar la salud de estos suelos, incrementará su resiliencia a la erosión y su capacidad para hacer frente a la sequía ya que retendrán mejor el agua, y favorecerá la biodiversidad, creando un ecosistema equilibrado y beneficioso para el viñedo y el planeta».

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El Grupo Operativo (GO) ‘Adaptación del Sector de los Frutales de Hueso al Cambio Climático’ ha llevado a cabo en los últimos dos años diversos trabajos de investigación encaminados a ofrecer respuestas a las anomalías en las producciones debidas a factores climáticos y a la inadecuada adaptación de variedades de frutales de hueso. Entre los objetivos del proyecto se encontraban la identificación y caracterización de áreas geográficas concretas idóneas para el cultivo sostenible y eficiente de frutales de hueso en la situación actual y futura, así como la de grupos varietales adecuados para su implantación y cultivo en las áreas y zonas idóneas, seleccionadas previamente y adaptadas a las previsiones de escenarios de cambio climático. Los centros de investigación CEBAS–CSIC e IMIDA de Murcia han sido los responsables de los trabajos realizados para alcanzar estos objetivos fijados.

Para la identificación y caracterización de zonas productoras de fruta de hueso a partir de sus características climáticas se ha llevado a cabo un estudio previo en el que se han seleccionado estaciones agrometeorológicas de diferentes redes, con series históricas lo más amplias posibles, desde el año 2000 hasta el 2020, y que fueran consistentes, tanto en la cantidad como en la calidad de sus registros meteorológicos. Como consecuencia de ello se han seleccionado 270 estaciones ubicadas en zonas regables que abarcan la Ribera del Ebro, desde La Rioja media hasta Lleida; el Litoral Mediterráneo, desde Castellón hasta Granada, y la zona del Suroeste, que abarca las provincias de Sevilla, Huelva, Badajoz y Cáceres.

A partir de los registros horarios de las variables medidas (temperatura y humedad relativa del aire, velocidad y dirección del viento, radiación global incidente, evapotranspiración de referencia y precipitación) se han efectuado estudios estadísticos y geoestadísticos para agrupar la superficie de cultivo de frutales de hueso en cinco regiones climáticas homogéneas con diferencias entre ellas, que «hemos calificado como muy cálida, cálida, intermedia, fría y extremadamente fría», ha comentado Manuel Caro, responsable del SIAM–IMIDA.

 

Indicadores generados

En relación a los indicadores que se han generado para la caracterización del comportamiento actual de las especies y variedades de frutales de hueso frente al impacto del cambio climático, Caro ha asegurado que «a partir de los registros horarios de las estaciones se han determinado, de forma estadística, variables tales como la fecha de inicio de acumulación de frío, dinámica y periodo de acumulación y acumulación semanal y total de frío, la aparición de efemérides de bajas temperaturas que pueden ocasionar daños por heladas o eventos de temperaturas elevadas anómalas en el periodo de letargo invernal y floración que pueden ocasionar problemas en el desarrollo fenológico». Además, «con estos índices se han generado una serie de mapas en los que se puede apreciar la evolución espacial y temporal de cada uno de los indicadores por semanas, fundamentalmente la acumulación de frío y la existencia de efemérides agrometeorológicas que se pueden producir por bajas o altas temperaturas».

La mapificación realizada también permitirá establecer zonas homoclimáticas con características similares y conocer las características climáticas y agroclimáticas de una localización determinada. Toda esta información climática y agroclimática, unida a los estudios realizados en campo por otros equipos participantes en el proyecto, «permiten evaluar de forma bastante precisa la idoneidad del cultivo de cada grupo de variedades de estas especies en las zonas productoras de fruta de hueso», ha concluido el investigador.

 

Escenarios futuros

Según el 5º informe de evaluación del panel intergubernamental del cambio climático (IPCC), en 2014, se consideran diversos escenarios basados en las denominadas ‘trayectorias de concentración representativas’ (RCP por sus siglas en inglés). Estas trayectorias describen diferentes futuros climáticos en función de la concentración de gases de efecto invernadero (GEI). Hay desde escenarios optimistas (RCP2.6) hasta muy pesimistas (RCP8.5). Esos números indican el forzamiento radiativo, en W/m2, para 2100 en comparación con 1750 (era pre–industrial) y es un índice correlacionado con el calentamiento debido a causas antropogénicas.

«La consecuencia más palpable de estos escenarios será el aumento de las temperaturas medias del planeta y una redistribución en el régimen de precipitaciones en mayor o menor medida según el escenario considerado. En el caso de nuestro país, hay numerosos estudios que indican que el cambio climático será más acusado en las regiones mediterráneas en las que el aumento de temperatura y la disminución de las precipitaciones anuales serán mayores», ha explicado José Alberto Egea, investigador del CEBAS–CSIC. «No se debe olvidar que otro de los efectos del cambio climático será el aumento de la frecuencia de eventos extremos: períodos de temperaturas anormalmente altas, sequías o fenómenos tipo DANA que son más difíciles de predecir a largo plazo, pero cuya influencia sobre la agricultura es evidente», ha apuntado.

La principal influencia en términos de adaptación es el cambio en las temperaturas ya que los frutales de hueso tienen unas necesidades de frío invernal para salir del letargo y producir óptimamente. «El aumento de las temperaturas medias podría hacer que algunas variedades en ciertas zonas dejen de cubrir sus necesidades de frío con lo que no serían aptas para el cultivo. Esto va a ser especialmente grave en las zonas que ya son cálidas, como el sureste español y donde muchas variedades cultivadas cubren sus necesidades de frío casi en el límite», ha indicado Egea. Por otro lado, «la menor frecuencia de heladas tardías debido al aumento de las temperaturas podría facilitar el cultivo de variedades más tempranas en áreas donde actualmente no se puede debido al alto riesgo de heladas durante la primavera».

El aumento de episodios de calor (períodos largos con temperaturas superiores a 25ºC durante el invierno) puede ser una fuente de estrés para los árboles y afectar a su producción o a la calidad final del fruto. Según David Ruiz, científico del CEBAS–CSIC, «la mala adaptación de una variedad, independientemente del riesgo de heladas, generalmente está asociada a una inadecuada satisfacción de sus necesidades de frío invernal. Se produce con demasiada frecuencia el cultivo de variedades con elevadas necesidades en zonas con escasa acumulación de frío. Ello provoca problemas en la floración y brotación, tales como caída de yemas florales, desincronización de yemas florales y vegetativas, floración escasa e irregular y deficiente brotación vegetativa que puede ocasionar serios problemas de cuajado y producción».

Por lo tanto, «la mejor forma de prevenir esta situación es una adecuada elección varietal, considerando por una parte las características agroclimáticas de la zona de cultivo, fundamentalmente la acumulación de frío y el riesgo de heladas y, por otro lado, las características de la variedad en lo relativo a sus necesidades de frío y fenología», ha señalado Ruiz. Asimismo, en algunas zonas con incertidumbres de adaptación «podrían aplicarse determinadas prácticas culturales, como tratamientos con productos bioestimulantes para favorecer la salida del letargo o incluso mallas de sombreo».

 

Definición de grupos varietales

Desde el GO se han establecido grupos de variedades, para cada especie, con características similares de necesidades de frío invernal. Así, se han fijado grupos desde muy bajas necesidades de frío hasta muy altas necesidades, y dada su correlación, con similar fenología en lo relativo a salida del letargo invernal y floración.

«Esta clasificación nos permitirá contrastar estos grupos varietales con las zonas climáticas caracterizadas en base a su acumulación de frío y riesgo de heladas y, por tanto, conocer el grado de adaptación de estos grupos varietales en las diferentes zonas climáticas en términos de satisfacción de necesidades de frío y ausencia de riesgo de heladas, lo que nos permitirá conocer si es una adaptación idónea, existe un riesgo moderado, riesgo alto o el cultivo no es recomendable», ha apuntado David Ruiz.

Tanto la caracterización agroclimática, como el conocimiento de las zonas homoclimáticas y el establecimiento de grupos varietales será una información de indudable valor para el sector productivo, pero también para otros sectores como el viverístico y el de obtentores de variedades. A los productores les aportará una información esencial en la toma de decisiones de la elección varietal en función de la zona climática donde se encuentre la explotación, para que la adaptación de la variedad sea lo más idónea posible.

Además, el establecimiento de zonas homoclimáticas permitirá conocer qué otras zonas de cultivo en nuestro país tienen características agroclimáticas similares. Toda esta información permitirá a los productores minimizar riesgos en la elección varietal en lo relativo a su nivel de adaptación, al disponer de información de aspectos cruciales como la satisfacción o no de las necesidades de frío invernal de los diferentes grupos varietales y su riesgo de helada.

 

Prácticas eficientes y sostenibles

Otro de los objetivos del proyecto ha sido el diseño y optimización de sistemas, métodos y prácticas de cultivo eficientes y sostenibles para paliar las afecciones que provoca el cambio climático en los frutales de hueso; así como un análisis agroeconómico del impacto del cambio climático en el sector de frutales de hueso y viabilidad económica de las innovaciones en prácticas de cultivo conducentes a paliar sus efectos.

Jesús García Brunton, del IMIDA, ha explicado que entre los diferentes métodos o prácticas de cultivo eficientes «están los métodos singulares de cultivo resultado del manejo como la interacción de múltiples factores y más cuando por el cambio climático se están produciendo alteraciones climáticas incontroladas. En determinadas áreas, especies y variedades, su aplicación ayudará a mantener y optimizar la productividad de algunas especies frutales».

Otra de las herramientas serían los tratamientos con productos bioestimulantes para favorecer la salida del letargo. Según el investigador del CEBAS–CSIC, David Ruiz, «la aplicación de estos compuestos puede ser de gran utilidad en condiciones límite de acumulación de frío, como son muchas de nuestras zonas de cultivo de frutales de hueso. Los mejores resultados se obtienen con variedades cultivadas en zonas límite o frontera, pero debemos ser conscientes de que no sustituyen la acción del frío, ni rompen la latencia, solo ayudan a las yemas de flor que han alcanzado un determinado grado óptimo de satisfacción de sus necesidades en frío». Por esta razón, «solo deben utilizarse en relación al material vegetal cultivado, conociendo sus características de necesidades de frío, y en zonas o áreas límite», ha puntualizado García.

Por otro lado, están los métodos de protección física de modificación de las condiciones ambientales de los cultivos, especialmente mediante la utilización de mallas de sombreo. «Cuando los frutales se cultivan bajo malla antigranizo, las mismas estructuras de soporte pueden ser utilizadas para poner mallas de sombreo en el otoño–invierno. El fin es que los árboles dispongan de mayor cantidad de frío acumulado», han comentado los investigadores del IMIDA y CEBAS–CSIC. Para subrayar que «está comprobado que bajo la malla antigranizo se modifican los parámetros climáticos, particularmente la temperatura, que puede ser disminuida con mayor intensidad con las mallas de sombreo».

Lo importante es entender que todas las prácticas de cultivo interactúan entre ellas. «Ya desde el invierno y antes de la poda, debemos diseñar las prácticas culturales que durante el año aplicaremos, con el objetivo general de cultivar árboles equilibrados», ha incidido García Brunton. En este sentido, ha dicho que «el programa de fertirrigación, junto a la intensidad de poda y aclareo y su época, deben estar en consonancia con objetivos productivos reales e idóneos, y siempre considerando la variedad y portainjerto que se cultiva y teniendo en cuenta que los patrones vigorosos son más eficientes en el uso de agua y nutrientes».

En el proyecto se han podido comprobar que estas prácticas culturales de forma conjunta pueden tener un impacto positivo, pero siempre atendiendo a unas especificaciones muy concretas para su aplicación, «sin lugar a dudas este proyecto es un punto de partida para el perfeccionamiento de las técnicas culturales estudiadas», ha asegurado Jesús Gambín (ENAE).

La implantación de estas prácticas debe de atender a un buen conocimiento de las condiciones de adaptación de las variedades a las condiciones agroclimáticas. Habrá casos donde la falta de adaptación es de tal dimensión que no sea viable solución paliativa a este problema, pero en otros casos una utilización conjunta de las prácticas de una forma bien especificada y adecuada puede tener un impacto productivo positivo. «La viabilidad económica hace entrar en juego variables adicionales como la relación coste beneficio que implica un análisis aún más detallado, que debe de ser adoptada con cautela dentro de la estrategia empresarial de cada productor para analizar costes y potenciales beneficios», ha indicado Gambín. «Lo ideal siempre es no tener que recurrir a la utilización de estas prácticas de cultivo dado que se produce una correcta adaptación. Sin embargo, estas prácticas pueden hacer viable la producción en zonas que este proyecto ha considerado como de riesgo medio para la combinación de condiciones agroclimáticas y grupos varietales», ha matizado el experto.

 

Papel relevante de las innovaciones

Las plantaciones se realizan con horizontes temporales de 15 a 25 años, que es en donde se produciría la rentabilidad económica de la inversión, pero el cambio climático es imparable. «Una decisión que pudiera ser acertada en el momento que se concibió puede plantear problemas progresivamente a medida que el cambio climático va impactando», ha señalado Jesús Gambín. Por ello las innovaciones pueden jugar un papel relevante. El responsable del ENAE ha explicado que estas «se pueden clasificar en dos tipos, las que pretenden modificar ligeramente las condiciones agroclimáticas para permitir la viabilidad o reducción de riesgos en la producción como la utilización de estructuras de cubiertas que permiten aumentar la acumulación de frío o la protección contra el granizo, y que también afectan a la optimización de necesidades hídricas de los cultivos. Y aquellas que pueden ayudar al comportamiento fisiológico previsible del frutal mejorando la brotación y el equilibrio dentro de los ciclos anuales con el uso de bioestimulantes y de técnicas culturales de manejo».

La primera categoría de innovaciones al implicar una fuerte inversión requiere que el valor de las producciones sea importantes en términos de precios esperados en el mercado, perjuicio económico de la falta de calidad de la producción (daños por granizo), elevado coste del agua, etc. para su rentabilidad puesto que la inversión puede implicar una importante repercusión en el coste por kg producido y en los márgenes de los productores además del importante esfuerzo financiero que se debe de asumir a la hora ejecutar la inversión.

La segunda implica menores costes, dado que la repercusión del uso de bioestimulantes o técnicas de manejo orientadas a la adaptación tienen menor repercusión en términos financieros, aunque en cierto modo pueden afectar a procesos regulares de cultivo lo que siempre supone un coste. «La conclusión que hemos obtenido es positiva, aplicadas de una forma integral y alineadas con la estrategia empresarial del productor pueden ser rentables, aunque existe mucho por trabajar dado que en toda innovación existe un proceso de aprendizaje que es el que con el paso del tiempo optimiza productivamente la aplicación de innovaciones en prácticas de cultivo», ha concluido Jesús Gambín.

Además del IMIDA y el CEBAS–CSIC, el Grupo Operativo ‘Adaptación del sector de los Frutales de Hueso al Cambio Climático’ lo han integrado Fecoam, Anecoop, Cooperativas Agroalimentarias de la Comunidad Valenciana, Bitec, ENAE Business School y Basol Fruit. El proyecto está cofinanciado a través de una ayuda del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural–FEADER en un 80% y al 20% por fondos de la Administración General del Estado. El importe total de la subvención para su ejecución ha sido de 599.828,60 euros.

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Familia Torres impulsa la celebración del Primer Simposio de Viticultura Regenerativa, que tendrá lugar el 17 de junio, de 10 a 13 horas, en Vilafranca del Penedès (Barcelona), y será retransmitido en directo por streaming. El objetivo es explicar en qué consisten las prácticas regenerativas y porqué tienen la potencialidad de mitigar los efectos del cambio climático.

Cabe señalar que la viticultura regenerativa se basa en recuperar la vida en los suelos imitando la naturaleza. Cuánto más vivos son estos, más capacidad tienen de secuestrar el CO2 atmosférico y más pueden contribuir a frenar el aumento de las temperaturas. A su vez, la acumulación de carbono orgánico en el suelo de los viñedos ayudará a mejorar su salud, incrementará su resiliencia a la erosión y su capacidad para hacer frente a la sequía.

Expertos y viticultores nacionales e internacionales compartirán sus conocimientos y experiencia en viticultura regenerativa para crear conciencia sobre la necesidad de un cambio de paradigma en la gestión del viñedo, mediante la implementación de prácticas regenerativas que ayuden a contener la crisis climática. Entre los ponentes, destacan nombres como Daren J. Doherty, agricultor australiano considerado uno de los expertos mundiales en Línea Clave (Keyline), metodología que combina la conservación de agua y la regeneración de los suelos; Pilar Andrés, investigadora del CREAF (Centro de Recerca Ecológica y Aplicaciones Forestales), experta en ecología y biodiversidad del suelo, y Francesc Font, agricultor e ingeniero técnico agrícola, autor del libro ‘Arrelats a la terra: propostes per a una viticultura regenerativa’.

Miguel Torres Maczassek, quinta generación de Familia Torres, explicará el compromiso con la viticultura regenerativa que ha adoptado recientemente la empresa para intensificar su lucha contra el cambio climático, con un ambicioso plan agrícola para implementar prácticas regenerativas en más de 500 hectáreas de viñedos ecológicos en Cataluña.

Según ha explicado Torres, «la viticultura regenerativa tiene el objetivo de llegar a un nuevo equilibrio basado en el incremento de la biodiversidad y de la materia orgánica de forma natural. Permite capturar el CO2 acumulado a la troposfera y fijarlo en el suelo, contribuyendo así a frenar el calentamiento global. Los viñedos con suelos regenerados pueden adaptarse mejor al cambio climático y ayudar a mitigar sus efectos». Para añadir al respecto que «con la celebración de este simposio, queremos que otros viticultores y bodegueros entiendan la potencialidad de este tipo de viticultura para convertir los viñedos en grandes sumideros de carbono y frenar el calentamiento global. Para nosotros, es la única viticultura que tiene sentido en un contexto de cambio climático». www.torres.es

#TorresEarth
#viticulturaregenerativa

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El Grupo Operativo (GO) Citrustech sigue trabajando en el desarrollo de avances tecnológicos para la modernización y la sostenibilidad en la producción de cítricos con el objetivo de mitigar los efectos del cambio climático. Entre las técnicas innovadoras, se aborda el manejo del suelo mediante cubiertas vegetales. Este tipo de gestión, además de reducir el uso de herbicidas, y su posible repercusión al medio ambiente, reduce el uso del conjunto tractor–apero cuya utilización emite gases de combustión a la atmósfera y contribuyen al cambio climático.

Pero en el proyecto también se impulsa la optimización de tratamientos fitosanitarios a través del uso de la herramienta de recomendación de volúmenes de caldo ‘CitrusVol’. Esta herramienta «puede reducir el volumen de caldo entre el 20 y el 40%, dependiendo de la plaga a tratar, el producto utilizado, el tamaño de los árboles y el marco de plantación», según fuentes del GO Citrustech. Para añadir que esta reducción «se debe a que el volumen recomendado por la herramienta se ajusta al tamaño y densidad real de la vegetación objetivo, adecuando el volumen de aplicación a la cantidad de vegetación que se pretende proteger, al tipo de plaga y al producto que se utiliza».

La utilización de esta herramienta supondrá, por lo tanto, «una reducción del uso de agua y producto fitosanitario lo que implicaría a su vez, una reducción del llenado de los depósitos y de los viajes para la carga de agua. Es por ello, que se produciría una reducción del gasto de gasoil y de emisiones de gases de combustión a la atmósfera, así como de fitosanitarios y sus derivados que pueden contribuir al cambio climático», han indicado las mismas fuentes. Asimismo, no hay que olvidar la labor como sumidero de carbono de las plantaciones citrícolas que mejorando la rentabilidad del cultivo no se abandonarán.

El GO Citrustech está compuesto como socios solicitantes por Anecoop, el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), la Universidad Politécnica de Valencia, García Carrión, la Universidad Politécnica de Cartagena, la Universidad de Córdoba y Cajamar. Y como socios colaboradores, con Asaja, Ailimpo, Revacitrus, Sunaran y Asociación de Citricultores de Huelva.

Este proyecto, que está cofinanciado a través de una ayuda del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER) en un 80% y un 20% por fondos de la Administración General del Estado, cree necesario mejorar las técnicas de trabajo, para hacer un cultivo más sostenible, tanto económica como medioambientalmente y así asegurar su continuidad. El importe subvención para su ejecución es de 587.734,05 euros.

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El bosque de más de nueve millones de limoneros de la cuenca mediterránea española retiene un total de 360.550 toneladas de CO2 al año, con lo que es claramente fijador de gases de efecto invernadero, según figura en el informe ‘Huella de carbono del sector del limón en España’, realizado por la Asociación Interprofesional del Limón y Pomelo de España (AILIMPO).

«El limonero es el cultivo que consigue valores superiores de fijación de carbono con respecto a otros cítricos y el resto de las especies arbóreas», han apuntado desde la interprofesional. Y aunque el sector también desprende emisiones durante su actividad (49.300 t al año), «estas son mínimas en comparación con los gases que captura».

El informe llevado a cabo por AILIMPO cuantifica la huella de carbono del sector desde el campo a la mesa. Así, los resultados obtenidos concluyen que cada limonero captura 22,6 kg de CO2 al año, mientras que un kilo de limones frescos que el consumidor compra retiene unos 263 gramos de CO2. En definitiva, «el bosque de limoneros de España es un aliado en la lucha contra el cambio climático, ya que es sumidero de las emisiones que de media al año generan en nuestro país un total de 62.500 personas». Además, el cálculo de la huella de carbono forma parte de la política de sostenibilidad de esta entidad en el eje medioambiental, en línea con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 13 de Naciones Unidas (ONU) de medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.

Las elevadas cifras de fijación de gases de efecto invernadero vienen determinadas por las formas de cultivo que aplica el sector del limón. De esta manera, el aumento de la superficie de producción ecológica en la última década contribuye a una mayor captura de CO2. En este sentido, «la incorporación de restos de poda supone la reducción de la evaporación de agua del suelo y un aumento de materia orgánica en el terreno que almacena más gases contaminantes».

Por otro lado, la optimización del riego y el uso de técnicas como sondas de humedad, mallas de acolchado para reducir la evaporación o la técnica del riego deficitario controlado «conllevan una reducción del consumo de agua y, por tanto, una menor necesidad de energía para el riego, reduciendo emisiones». Desde AILIMPO han indicado que «dado que el 92% de la superficie de limón cuenta con sistemas de riego localizado sin laboreo del suelo, no se consumen combustibles fósiles en el acondicionamiento del terreno. Y la no labranza conlleva una menor actividad de mineralización de la materia orgánica, lo que favorece la fijación de mayor cantidad de carbono en el suelo».

A pesar de los buenos datos que se desprenden de este informe, desde el sector del limón continúan trabajando para reducir aún más las emisiones que se generan durante el transporte desde las explotaciones agrícolas (18.122 t de CO2); en el manipulado en los almacenes o industrias (19.705 t CO2) y en el procesado (11.472 t CO2).

Al respecto, el sector está implementando medidas para mejorar aún más los niveles actuales de fijación de gases de efecto invernadero promocionando el fomento de la agricultura ecológica; la innovación en la eficiencia del riego y la optimización en el uso de agua y fertilizantes; la inversión en energías renovables en las explotaciones; o la modernización de la maquinaria agrícola y de las flotas de vehículos por otros con menores emisiones o que empleen energías alternativas a las fósiles. 

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Un proyecto, coordinado por el Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Extremadura (CICYTEX), estudia el riego de invierno y verano, y otras prácticas más sostenibles en 4 variedades tintas de vid para paliar los efectos del cambio climático. Denominado ‘Gestión hídrica y agronómica anual en variedades tintas de vid para mejorar su manejo productivo y cualitativo y disminuir los efectos del cambio climático’, está financiado por el Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación.

El estudio se centra en las variedades de uva tinta ‘Garnacha’, ‘Tempranillo’, ‘Syrah’ y ‘Mencía’ en distintas zonas vitícolas del país. Además del CICYTEX, cuenta con la participación del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla León (ITACYL); Instituto Técnico Agronómico Provincial de Albacete (ITAP) y la Universidad de Santiago de Compostela (USC).

El cambio climático está provocando alteraciones en cuanto a plagas y enfermedades, fenología de la vid, proceso de maduración, rendimiento y calidad de la uva. El periodo de maduración se está adelantando a los meses de verano, coincidiendo con temperaturas más altas, lo que provoca un efecto adverso en la calidad, relacionado con los compuestos que influyen en la composición, el color y los aromas de los vinos, como son azúcares, ácidos orgánicos y compuestos fenólicos. Ante esta situación, «es necesario generar conocimiento para proponer sistemas de cultivo sostenibles en viticultura, pero también más eficientes en rendimiento, calidad y uso de los recursos», según los investigadores.

Este proyecto comprende dos acciones principales relacionadas con el riego y el manejo del cultivo con diferentes prácticas agronómicas, para contribuir, en su conjunto, a maximizar el agua utilizada por la planta, mejorar el microclima de la cepa y en la zona de racimos, regular la producción, incrementar la calidad de la uva y reducir el uso de herbicidas.

 

Diferentes frecuencias y periodos de riego
El estudio del riego incluye diferentes frecuencias y periodos de riego en el ciclo anual del cultivo y la respuesta al riego de invierno para estimar el momento más adecuado en caso de escasez de lluvias o precipitaciones irregulares en dicha estación del año. Por otra parte, en los ensayos se estudiará el manejo del dosel foliar o parte aérea de la planta, la densidad foliar y la distribución de las hojas, y cuáles son sus efectos en la actividad fotosintética, la radiación solar que llega a los racimos, su incidencia en la maduración y la composición de la baya.

Además de las tareas comunes, cada grupo de investigación profundizará en el proyecto en un aspecto concreto. Así, los centros de Extremadura y Castilla León abordarán de manera más específica la monitorización y recogida de datos para el ajuste del dosel foliar de la cepa y conseguir las condiciones más óptimas; en Castilla–La Mancha, se cubrirán las cepas en la fase de pre-brotación con un techado o cobertizo para simular un periodo de sequía invernal y estudiar técnicas que puedan paliar los efectos negativos, y en Galicia, se empleará en el suelo un acolchado o mantillo inorgánico, aprovechando residuos o material de desecho de la industria pizarrera de la zona, para evaluar su eficacia en la disminución de maleza en la hilera del viñedo, como alternativa a los herbicidas químicos. También se examinará si esta técnica novedosa es de utilidad en la eficiencia del riego para conservar mejor el agua de lluvia, ayuda a mejorar el perfil del suelo o aporta otras ventajas.

En cada zona se estudiará una de las 4 variedades de uva tinta del proyecto. En Extremadura, en la parcela experimental de CICYTEX, se realizará un ensayo con la variedad ‘Garnacha’; en Castilla León los estudios se harán con ‘Tempranillo’, en la Ribera del Duero; en Castilla–La Mancha se efectuarán con ‘Syrah’, en Albacete, y en Galicia con ‘Mencía’, en la Ribeira Sacra.

Todos los grupos evaluarán, en la cosecha, el efecto de los tratamientos de riego y prácticas agronómicas aplicadas sobre el rendimiento, la productividad y la calidad de la uva.

En conjunto, el proyecto tiene estructuradas cuatro tareas principales: influencia de la frecuencia de riego y la eficiencia en el uso del agua; influencia de la regulación de disponibilidad de agua en invierno sobre el comportamiento productivo y de la planta a lo largo del ciclo de cultivo; influencia en la apertura superior del dosel sobre el microclima, relaciones hídricas, y equilibrio productivo y vegetativo, e influencia del uso de acolchado inorgánico en el control de la hierba y la eficiencia del riego

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El proyecto LIAISE, en el que participan expertos del programa de Uso Eficiente del Agua en Agricultura del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) de la Generalitat de Catalunya, junto con otros investigadores expertos en agronomía y meteorología, realizará este año diversas actividades científicas encaminadas a averiguar cómo afectarán diferentes factores que intervienen en el ciclo del agua, incluida la actividad humana, y en un escenario de cambio climático, sobre la disponibilidad de este recurso.

El objetivo es aportar conocimiento sobre cómo afectará el calentamiento global sobre los recursos disponibles de agua dulce a nivel mundial, específicamente en las regiones productoras de alimentos, y cómo cambiarán las interacciones humanas con estos recursos y su valor para la sociedad. También se quieren comprender los efectos y las incertidumbres de los intercambios de agua y energía en el clima actual y cambiante y cómo transmitir esta información a la sociedad. En este sentido, el investigador del IRTA, Quim Bellvert, ha indicado que «necesitamos comprender mejor los procesos que afectan al ciclo hidrológico en zonas semiáridas del mediterráneo para poder actuar con criterio y, además, poder extrapolar nuestras investigaciones en otras zonas del mundo».

Para llevarlo a cabo se han localizado diferentes explotaciones agrícolas en la comarca leridana del Pla d’Urgell. En estas localizaciones, diversos grupos de investigación de MetOffice y King’s College (Reino Unido), Météo-France, CNRM y CESBIO (Francia), las Universidades de Wageningen, Utrecht y Delft (Holanda), Universidad de las Islas Baleares y el Servicio Meteorológico de Cataluña (España), Jülich Research Center y la Universidad de Hohenheim (Alemania), entre otros, instalarán diferentes instrumentos de medida de la evapotranspiración, de la interacción de los flujos suelo/atmósfera y se efectuará una monitorización de los cultivos. Además, entre el 15 y el 30 de julio, la Oficina Francesa de Aviones Instrumentados para la Investigación Ambiental (SAFIRE), la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Americana (NASA) tomarán una serie de imágenes aéreas de la zona con sensores térmicos y radar, las cuales servirán para generar mapas de evapotranspiración y humedad superficial del suelo.
 

La región mediterránea, un ‘punto caliente’
En la cuenca mediterránea, los recursos de agua han sido siempre limitados y por ello las proyecciones climáticas predicen que esta zona será un «punto caliente» del cambio climático durante el siglo XXI. «La cuenca mediterránea es un territorio de mucho interés para investigar las interacciones entre agua, atmósfera, suelo y población. Destaca una cobertura de suelo muy heterogénea y precipitaciones escasas esencialmente en zonas montañosas, las que implican una gestión humana de los sistemas fluviales naturales para proporcionar agua a los cultivos y una población cada vez mayor», ha explicado Bellvert.

Por otro lado, los embalses y la extracción del agua para el regadío modifican la cantidad y el tiempo del agua que desemboca en el océano, y el efecto que este riego tiene sobre el crecimiento y la estructura de la capa límite atmosférica local, además de modificar las condiciones atmosféricas cercanas a la superficie y aumentar la actividad convectiva y las nubes al viento de las zonas irrigadas.

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La International Wineries for Climate Action (IWCA) ha anunciado que Bodega Emina (D.O. Ribera del Duero), de las Bodegas Familiares Matarromera, y la australiana Cullen Wines se han unido a la asociación en su misión de descarbonizar el sector vinícola mundial. Como miembros candidatos, ambas bodegas se han comprometido a implementar medidas de forma inmediata para reducir sus emisiones de carbono en un esfuerzo para paliar la grave crisis climática.

Creado en febrero de 2019 por Familia Torres y Jackson Family Wines (EUA), IWCA es un grupo de trabajo colaborativo que aborda el cambio climático mediante estrategias innovadoras de reducción de las emisiones de carbono. El objetivo es que todos sus miembros reduzcan su huella de carbono en un 50% en 2030 y tengan un impacto positivo sobre el clima en 2050 contemplando los alcances 1, 2 y 3.

Para ser miembro, IWCA solicita a los candidatos que generen mediante instalaciones propias al menos el 20% de la energía renovable consumida en la bodega, que hayan reducido un 25% las emisiones de CO2 por botella de vino producido y que hayan completado una auditoría anual de gases de efecto invernadero (en los alcances 1, 2 y 3) utilizando la metodología del Protocolo de Gases de Efecto Invernadero (GEI) del Instituto de Recursos Mundiales (siguiendo la norma ISO 14064) y verificada por un auditor externo acreditado internacionalmente.

El mes pasado, Bodega Emina y Cullen Wines participaron en la segunda reunión virtual de IWCA para debatir el plan de acción de este grupo, a través de la incorporación de nuevos miembros y el intercambio de experiencias en la reducción de emisiones. En esta ocasión, Familia Torres compartió su experiencia sobre el uso de una caldera de biomasa en combinación con una máquina de frío por absorción, que enfría el agua gracias al calor de la caldera. Esta solución combinada les ha permitido reducir el consumo de gas en un 95%, el de electricidad en un 10% y evitar la emisión de 1.300 toneladas de CO2 al año. Además de los dos nuevos miembros, en la reunión participaron los cofundadores Familia Torres y Jackson Family Wines (EUA), así como las bodegas Alma Carraovejas (España), Silver Oak y Spottswoode Estate (EE. UU.), Symington Family Estates (Portugal), VSPT Wine Group (Chile) y Yealands Wine Group (Nueva Zelanda).

Durante la reunión se presentaron y debatieron los resultados provisionales de los grupos de trabajo que abordan las técnicas para el secuestro de carbono (‘Carbon Farming’) y el desarrollo de la calculadora simplificada de emisiones (‘Streamlined Emissions Calculator’). Esta herramienta de cálculo de GEI es especialmente interesante ya que facilitaría el procedimiento de solicitud de incorporación a IWCA por parte de bodegas pequeñas al no precisar los servicios de una consultoría externa. También se comentaron los pasos a seguir para convertir IWCA en una entidad sin ánimo de lucro.

La próxima reunión virtual de IWCA está prevista para mediados de 2021.

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El Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) ha informado que los primeros manzanos que están más adaptados al cambio climático se plantarán el próximo año en Cataluña. Registrada con la denominación varietal 'HOT84A1', la nueva variedad de manzana es el primer resultado del programa internacional de mejora genética de manzana y pera ‘Hot Climate Programme’, que quiere dar respuesta a los retos del cambio climático. Es roja, crujiente, dulce y jugosa, y ha sido evaluada en los campos del IRTA de la Estación Experimental de Lleida y en la Estación Experimental Agrícola Mas Badia, en La Tallada d’Empordà (Girona), donde las temperaturas estivales pueden llegar a superar los 40ºC.

Joan Bonany, especialista del programa de Fruticultura del IRTA, ha manifestado que «las nuevas variedades de manzana, creadas con métodos tradicionales tienen, como objetivo, adaptarse a unos veranos cada vez más calurosos». Para añadir al respecto que «proporcionan nuevas oportunidades a los productores para cultivar manzanas en regiones donde cada vez es más difícil cultivar manzanas, así como en zonas más próximas al consumidor».

Cabe señalar que Hot Climate Programme está formado por el IRTA, Fruit Futur –una asociación formada por los principales productores de fruta de Cataluña (Actel, Fruits de Ponent, Nufri y Poma de Girona)–, el centro de investigación neozelandés Plant & Food Research, y cuenta con el apoyo del Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (DARP) de la Generalitat de Catalunya. Por su parte, la empresa T & G Global ha sido seleccionada como socio estratégico para desarrollar y comercializar estas variedades en todo el mundo, mientras que la asociación de productores catalanes Fruit Futur ha firmado recientemente la primera licencia para comercializar la 'HOT84A1' en la Península Ibérica.

 

Una demanda de los productores de fruta
A raíz de la demanda del sector productor de fruta en Cataluña, el año 2002 el IRTA, Fruit Futur y el centro de investigación Plant & Food Research pusieron en marcha el ‘Hot Climate Programme’, con el objetivo de desarrollar nuevas variedades de manzana y pera adaptadas a las altas temperaturas. En aquella época, los productores de fruta de Cataluña observaron que, debido a las condiciones climáticas, las variedades de manzana y pera que se habían cultivado hasta entonces tenían más dificultades para alcanzar una calidad óptima, en cuanto al color, la textura y el aroma, en las condiciones de cultivo de Cataluña. Dieciocho años después, los resultados de esta iniciativa de investigación e innovación han comenzado a dar sus frutos. Fuera de la Península Ibérica, empresas como Waimea Nurseries (Nueva Zelanda), TopFruit (Sudáfrica), Dalival (Francia), Worldwide Fruit (Reino Unido) y Montague (Australia), llevan a cabo ensayos de la variedad de manzana 'HOT84A1', en la que evalúan su comportamiento agronómico y su calidad.

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La bodega Valdemonjas, perteneciente a la D.O. Ribera del Duero, ha obtenido el sello de huella de carbono del Ministerio para la Transición Ecológica. Este sello permite reflejar el grado de esfuerzo acometido por las empresas en la lucha contra el cambio climático. Valdemonjas ha adquirido un compromiso de reducir más de la mitad sus emisiones actuales de CO2, antes del año 2022.

«Tener un mínimo impacto en el medio ambiente, conservar nuestro entorno y preservarlo para las generaciones venideras, está en el ADN del proyecto Valdemonjas. Este Registro de huella de carbono es un paso más que damos en esa dirección», ha destacado Alexis Moyano, CEO segunda generación de la bodega familiar.

Además, tanto los vinos elaborados en la bodega, que proceden de viñedos propios certificados con el sello de agricultura ecológica, como el propio diseño del edificio eco-sostenible siguen este camino de respeto a la naturaleza. A este respecto, el cofundador de Valdemonjas, Alejandro Moyano, ha señalado que «el diseño de la bodega nos permite generar nuestra energía eléctrica y recuperar agua de lluvia. Por otro lado, también estamos implicados con los objetivos de desarrollo sostenible fijados por la ONU para 2030. Estos compromisos no nos suponen un esfuerzo extra, ya que nos ayudan a ir en la dirección adecuada».

Calculo, Reduzco y Compenso

El sello del registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de dióxido de carbono permite identificar, para un periodo definido (anual), tres niveles de participación: cálculo de la huella de carbono, su reducción y/o compensación.

Valdemonjas se encuentra inmersa en la fase Reduzco (la segunada), que valora si se han hecho efectivos los compromisos de reducción. En este caso, la bodega se ha fijado como objetivo para 2022, un 54% de reducción de las emisiones de CO2. En la tercera fase, Compenso, se procederá a colaborar en proyectos para compensar el CO2 que emite.

La bodega ya realizó la primera fase denominada Calculo, que permitió determinar que la emisión de la bodega durante 2018 fue muy reducida, conseguida gracias al diseño eco-sostenible de su edificio. El aprovechamiento sostenible del agua fue una de preocupaciones de los propietarios de la bodega, antes de empezar a construir el edificio. Por este motivo se edificó una cubierta inclinada para recoger el agua de lluvia en unos aljibes subterráneos. También se diseñó un sistema eficiente de filtrado y tratamiento de agua, para poderla utilizar.

Asimismo, las necesidades energéticas de la bodega se cubren con sistemas de generación independientes de la red. Los paneles fotovoltaicos se han integrado en la cubierta del edificio de tal forma que, a la vez que captan la energía solar, sirven para dar sombra a la zona de entrada y recepción de uva. También se utilizarán sistemas pasivos de control solar en la fachada oeste, así como ventilación natural de los espacios, que permiten prescindir de sistemas de aire acondicionado, que originan un enorme gasto energético.

Valdemonjas es una bodega, que además de estar involucrada en el cuidado y preservación de su entorno, produce vinos de máxima calidad, como lo demuestra el hecho de tener cuatro de sus vinos incluidos en el último top 100 de la Ribera del Duero, según el Master of Wine, Tim Atkin. Asimismo, este octubre Pedro Ballesteros, el más veterano Master of Wine español, ha incluido ‘Abrí las Alas’ de Valdemonjas en el ranking de los 10 vinos más destacados de la Ribera del Duero, publicado en la prestigiosa revista Decanter.

https://valdemonjas.es

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