Ribeiro

Entrevista
Iria Otero Mazoy. Enóloga, propietaria de bodega

‘Me interesa más hacer vinos sutiles y con alma que vinos fragantes y llenos’

Quiere hacer vinos con alma y sin prisa. Sin tradición bodeguera en la familia, Iria Otero Mazoy, propietaria de la bodega que lleva su nombre, se enamoró en su juventud de la tierra de Ribeiro y se ha instalado en Leiro donde ha recuperado una vivienda con bodega familiar después de dejar una carrera farmacéutica en Londres que no le llenaba para dedicarse a su pasión, el vino. Viñas de las Rías Baixas y Ribeira Sacra están también en sus botellas de largas crianzas. Nacida en A Coruña, su primer contacto le llegó en la infancia, en las visitas a las bodegas de Ribeira Sacra que hacía con su padre algunos domingos.

 

Su familia no viene del mundo del vino. ¿Recuerda la primera vez que tocó una vid?

Mi padre era profesor, mi madre empresaria de hostelería, pero en mi casa el vino siempre fue una especie de religión, se trataba siempre con muchísimo respeto; las comidas se hacían pensando en el vino que íbamos a poner. Antes de enología estudié Farmacia. Vine a la zona de Ribeiro en la que hay muchas aguas termales y medicinales un momento que tenía un brote de soriasis muy gordo. Me vine una semana a darme baños. Me alojé en un hostal de la zona y coincidió con la vendimia. Me quedé alucinada.

En 2002 cambió Londres por la Rioja

Cuando acabé Farmacia me quedé en un laboratorio de la universidad, pero no me gustaba mucho la investigación, trabajé en farmacia de calle y tampoco era lo mío. En Londres trabajaba en hospitales, si me hubiera gustado habría pensado en hacer oposiciones, pero como no me convencía envié mi currículum para empezar Enología. Era una carrera de segundo ciclo en la que reservaban tres plazas para cada carrera desde la que podías entrar y solo optamos dos personas de farmacia. Lo vi como una señal. Dejé Londres y me fui a La Rioja a estudiar.

Antes de emprender su proyecto trabajó en otras empresas. ¿Qué se ha llevado de ese tiempo?

Mogollón de cosas. Yo creo que todas las experiencias que hemos tenido hacen nuestro momento actual. Ahora hago cosas muy pequeñas, muy tranquilas, no tienen fecha de salida, dependen de cómo se haya comportado el vino. Trabajé en bodegas que son mucho más grandes, con producción más industrial. Aunque no es el vino que hago ahora, es verdad que la capacidad que tengo viene de la experiencia que he tenido antes.

Mencione una empresa en la que haya sido muy feliz.

Diré dos que para mí son fundamentales. Una es lo que es ahora Vintae, un grupo grande de Rioja. Cuando yo entré se llamaba Castillo de Maetierra, era pequeñita. Empecé haciendo 50.000 botellas de blanco allí, me fui haciendo 800.000 botellas de mil cosas. Allí estuve ocho vendimias. Es donde me curtí más. Entretanto pasé por otras zonas y la última bodega en la que estuve antes de establecerme por mi cuenta fue Dominio do Bibei, una bodega tipo garaje, aunque son 100.000 litros. Son vinos muy cuidados de la zona del Bibei en la Ribeira Sacra con un perfil muy parecido a lo que hago ahora con medios más grandes. Allí empecé a palpar lo que yo quería hacer en una bodega física, a palpar que lo que yo quería hacer había gente que lo estaba haciendo.

¿Qué busca en sus vinos?

Intento hacer vinos de poca intervención, que respetan la variedad y el terruño donde se cultivan las viñas. Y que, sin ser especialmente aromáticos ni estructurados, son largos y complejos. Me interesa más hacer vinos sutiles y con alma que vinos fragantes y llenos.

¿Por qué los llama vinos con memoria?

Ahora hago vino en tres zonas de Galicia. Siempre que preparo un vino suelo investigar cómo se hacían los vinos en la zona. Voy a ver bodegas antiguas, veo los materiales que se usan y las variedades. Respeto mucho las varietales de las parcelas. Aunque vendimio por separado, luego los vinos son todos plurivarietales, que es cómo se hacía antiguamente en Galicia. Intento volver a esa cultura o esa tradición de cada zona con el conocimiento de ahora. Aunque no quiera intervenir mucho, siempre está la mano del elaborador que algo influye en los vinos.

¿Qué vinos hace?

Sacabeira, D.O. Rías Baixas; 4 muras, de Ribeira Sacra; A Seara, Bubela y Cosco, D.O. Ribeiro y Teixugo, sin D.O.

¿Dónde empezó todo?

Todo comenzó con Rías Baixas. No soy de zona vitícola, ni tenía viñas, ni bodega y no tenía un duro. Hice la tesis doctoral en una parcela de Salnés, me parecía que la zona que más controlaba era la de variedad ‘Albariño’. Me puse en contacto con una chica que ahora es una gran amiga, Marta Castro, que tenía una bodega y alquilaba depósitos. En 2015, dos semanas antes de la vendimia me pusieron en contacto con ella. Me dijo que fuera a buscar parcelas y me dio nombres de viticultores. Elegí tres parcelas con las que sigo haciendo el vino Sacabeira, esta es la sexta cosecha. Fue la manera de empezar, me implicaba poca inversión inicial. Sacabeira vuelve un poco a la forma de elaborar los albariños antes, no se bebían en el año y se dejaban en el tanque hasta el verano siguiente, cuando la gente abría los fura nchos.

¿Qué son los furanchos?

Una especie de casas de comidas en la zona de Salnés. Solo les permitían abrir dos meses al año. Los mejores vinos los embotellaban y los más normales los vendían un año después de haberlos hecho, no como ahora que se vende antes de Navidad. La idea es esa, un año de crianza en el depósito y otro año en botella antes de venderse. Que sea estilo alemán, muy longevo, con bastante frescor para que aguante bien la botella.

Como nació su Ribeiro

En Ribeiro es donde siempre quise establecerme. Estuvimos tres o cuatro años buscando una bodega por aquí y encontramos en 2017 la casa en la que vivimos. La parte de abajo tenía bodega para el vino cosechero de la casa. La reformamos, vivimos arriba y tenemos la bodega abajo. Para mi es la zona más rica de Galicia en cuanto a variedades y suelos. Permite hacer todo tipo de vinos, blancos y tintos. Puedes tener una parcela separada de otra por diez metros y no tienen nada que ver. Es muy chulo. Desde el punto de vista de elaboración es divertidísimo.

¿Qué variedades de uva tiene en Leiro?

En blancas ‘Treixadura’, ‘Godello’, ‘Loureira’, ‘Torrontes’ y ‘Albariño’ y en tintas: ‘Caiño’, ‘Sousón’, ‘Brancellao’ y ‘Mencía’.

¿Qué hace en Ribeira Sacra?

Es un proyecto totalmente diferente. Empezó con mi mejor amigo de la infancia, Isaac Rebolo. Su padre tenía unas viñas y nos dejó unas parcelas para nosotros. Nos gustó tanto la idea que ahora hacemos dos vinos todos los años, solo una barrica de cada uno. La idea es hacer la vendimia tradicional con todos los amigos que vienen a ayudarnos. Hacemos todo manual. No pretende ser un proyecto vitícola rentable, es para compartir con los amigos. Las etiquetas son fotos de la vendimia, del desgranado manual.

¿Tiene otros proyectos a corto plazo?

El año pasado, con dos bodegueros de Galicia, Zachary Elfman y Carlos Lorenzo, hicimos un vino en común, un Godello 100% que aún no ha salido, saldrá el próximo verano, serán casi 3.000 litros. Uno puso la uva, otro puso la bodega en la zona Ribeiro y entre los tres hicimos lluvia de ideas. Este año hemos vuelto a hacerlo, pero con una vendimia más corta. La uva no aguantó bien el calor.

¿Qué tipo de manejo hace en las viñas, ecológico, biodinámico?

Aquí en Galicia hay varios tipos de terrenos que van desde el granito más puro en la costa y más arcilla hacia el interior. Puedes ver la misma variedad plantada en Salnés, en suelo de arenisca y granito puro y en el interior el mismo albariño de la Ribeira Sacra lo tienes en pizarra. Ese cambio es interesante. No tenemos ninguna certificación, pero trabajamos desde un punto de vista sostenible, no se utilizan productos sistémicos ni herbicidas. Nosotros lo hacemos todo a mano. No tenemos ni tractor. Trabajamos con azufre, cobre y algunos extractos de plantas. También algún producto que está certificado en ecológico. Intentamos no meterle mucha caña a la viña. Tenemos producciones pequeñas, también compramos uva. En Ribeiro trabajamos con unos 10 viticultores que tienen un punto de vista respetuoso con la viña.

Mucho trabajo hacerlo todo a mano.

Somos dos, Miguel (Núñez, su pareja) y yo. Nos gustaría coger a una persona que nos ayudase, también trabajar con animales, pero somos recién llegados a Ribeiro, es nuestra tercera vendimia. Quedan años para cerrar bien las fincas, meter ovejas o tener un caballo.

Se habla de vinos de autor. ¿Toca hablar de vinos de autora?

Supongo que sí. En general son conceptos que están muy manidos. El papel de la mujer cada vez está más reivindicado en el mundo del vino. Abogamos por un momento en el que no se diferencie autor o autora, que no tengamos que reivindicarnos ni hacer nada específico sobre mujeres porque esté todo naturalizado, pero es verdad que en este momento todavía hace falta llamar un poco la atención. En el proyecto Ribeiro pensaba ponerle un nombre a la bodega y al final lo dejé en Iria Otero. Al principio me daba pudor, pero pensé que muchos amigos míos ponen su nombre en sus bodegas. Me sorprendió que distorsionara poner mi nombre. Fue una llamada de atención.

¿Cómo se imagina su trabajo dentro de cinco años?

Estamos muy contentos. Hicimos un cambio de vida total hace dos años, cuando nos vinimos a vivir a Leiro. Vivíamos en Vigo. Por la mañana cogíamos el coche, nos íbamos a las viñas y a la bodega y a las cinco de la tarde recogíamos a los niños en el cole nos íbamos a un parque de asfalto. Me imagino aquí, siguiendo con lo que hago. La bodega se me está quedando pequeña. Quizás tenga que buscar alguna bodega de algún compañero cerca para alquilarla.

Quiere crecer

Tampoco mucho. Nuestra idea es mantener lo que tenemos para poder manejarlo nosotros o contratar a alguien. Aquí las mujeres son más longevas, el trabajo está poco reconocido. Nos gustaría contratar mujeres del medio rural. Podríamos llevar viñas de productores con los que trabajamos y contratar personas del entorno que nos ayuden, principalmente mujeres. Poco a poco.

Rosa Matas.

Publicado en Enoviticultura nº66

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