Entrevista a Enrique Barajas, Dr. Ingeniero agrónomo e investigador de la Subdirección de Investigación y Tecnologías del ITACYL (Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León)
‘Las variedades minoritarias y las variedades resistentes resultarán clave en el futuro’
Enrique Barajas ha participado en diversas mesas redondas y ponencias realizadas en las ferias Agrovid y SIEB en Valladolid, a principios de marzo, donde se han tratado de las variedades minoritarias como elemento enológico de alto valor, las herramientas para una viticultura sostenible o los recursos genéticos en la vid de cara al futuro. Aprovechamos para hablar con él sobre estos y otros temas de gran relevancia para el sector vitivinícola.
¿Cómo valora la recuperación de variedades minoritarias?
Supone unos recursos genéticos muy positivos de cara al sector. En primer lugar, hay un fin puramente científico, ya que todo ese material genético hay que conservarlo. Quizás las variedades que ahora no parecen muy interesantes desde el punto de vista enológico dentro de 30–40 años pueden ser una buena alternativa para las condiciones climáticas del futuro. Por lo tanto, lo primero es conservar esos recursos genéticos. Posteriormente, el siguiente paso, sería estudiarlas y ver lo que da de sí cada variedad, una vez sepamos previamente lo que son exactamente y se identifiquen. Hoy en día, con las técnicas de análisis de ADN que existen es más o menos sencillo. Después, se realiza un estudio agronómico para conocer si tienen un comportamiento adecuado, cómo es su sensibilidad a enfermedades, su producción, la calidad de la uva y, finalmente, desde el punto de vista enológico caracterizar el vino. Si todos estos aspectos son los adecuados y el vino es excelente, se está en disposición de dar a conocer esa variedad. Para ello, se inicia el proceso de registro y autorización legal ya que la legislación española es complicada en cuanto a plazos y a estudios. Por ejemplo, hace 6 o 7 años que tuvimos constancia de la variedad tinta ‘Cenicienta’ en la zona de la D.O. Rueda y todavía no está registrada. El proceso es muy lento, y culmina incorporándose a un catálogo de variedades nacionales y, posteriormente, a los anexos del Real Decreto que regula el potencial vitícola, en el que aparecen las variedades autorizadas para cada Comunidad Autónoma.
En definitiva, trabajamos con una amplia gama de variedades y cada una puede aportar aspectos interesantes. No necesariamente tiene que ser una variedad que dé un vino ‘exclusivo’, sino que puede utilizarse para mezclarse con otra u otras variedades, mejorando las características finales del vino, ya sea por el incremento de acidez o frescura o de aumento de la estructura del vino, etc.
¿Cómo está la introducción de variedades resistentes?
En este sentido, tanto las variedades minoritarias como las variedades resistentes pueden resultar clave en el futuro. En referencia a las resistentes hay diferentes organismos que están trabajando en la mejora genética para obtener variedades que sean equilibradas y resistentes a enfermedades. En Europa existen más de 150 variedades resistentes permitidas, aunque, por ejemplo, la problemática que tiene Alemania no es la misma que la nuestra. En Alemania sobra lluvia, tienen problemas de mildiu y falta insolación, mientras que a nosotros nos sobra sol y nos falta lluvia. Aquí en Castilla y León, dependiendo de zonas, no suele haber mildiu, pero sí oídio.
En Europa son variedades que tienen un camino recorrido, pero en España todavía están aterrizando, sin hacer mucho ruido, para ver si realmente funcionan. Por ejemplo, en zonas como Galicia, puede ser muy interesante, cuando se obtenga un ‘Albariño’ resistente, que en lugar de 20 tratamientos/ciclo solo se necesiten 5, el beneficio será muy grande.
En la actualidad, en nuestro país hay una iniciativa para testar las primeras variedades resistentes que nos han llegado e intentar cumplir lo que marca la legislación para obtener el registro de las más interesantes para el sector. Luego ya son los viticultores y las bodegas los que tienen que apostar por ellas.
¿Qué se puede hacer para que la investigación realizada llegue al sector y al consumidor?
Es complicado y requiere de tiempo. Hay que hacer una gran labor de transferencia presentando los resultados en jornadas técnicas, congresos, mesas redondas, etc. Al final, el viticultor de una determinada zona sabe mucho de la viticultura y de las características de manejo de esa zona, pero desconoce la problemática y manejo de otras. Las variedades se expresan de otra manera en función de la zona de cultivo; en ese punto interviene mucho el ‘terroir’, el trinomio formado por el suelo, la planta y el clima. La variedad puede ser la misma, pero el suelo y el clima cambian de un sitio a otro. Una ‘Tempranillo’ en la Rioja, no se va expresar igual que una ‘Tempranillo’ en Toro o en Ribera de Duero.
Como investigador, ¿dispone de los recursos y medios necesarios?
Se intenta hacer lo que se puede con los medios que se disponen. Cuando se plantea una temática o línea de investigación como la de las variedades resistentes, la recuperación de variedades minoritarias o cualquier otro aspecto que sea interesante para el sector, intentamos acudir a convocatorias competitivas para obtener financiación y desarrollar los estudios necesarios en esas temáticas. En la actualidad, disponemos de financiación con varios proyectos para llevar a cabo diversas líneas de trabajo, pero en un futuro a lo mejor no se podrá dar respuesta a lo que demande el sector.
¿La viticultura actual es sostenible?
Cada vez más, aunque creo que la sostenibilidad más importante es la económica. En una bodega, como en cualquier empresa, han de salir los números, si estos cuadran la sostenibilidad medioambiental y la social son más fáciles de obtener. Tu producto ha de ser sostenible económicamente, que dé beneficios, por lo que hay que conseguir que se pague un precio justo por la uva producida.
¿Hacia dónde va el sector vitivinícola en Castilla y León?
La idiosincrasia del sector en Castilla y León es particular, porque tenemos muchas denominaciones de origen. Hay dos motores muy grandes, la D.O. Rueda y la D.O. Ribera de Duero, que conviven con otras más pequeñas como las de Ribera del Arlanza, Arribes, Cebreros, etc. Desde el ITACYL intentamos dar respuesta a todas ellas, para que puedan hacer productos de calidad y se puedan diferenciar entre ellas y del resto. En cuanto a las variedades minoritarias, cada vez más bodegas apuestan por ellas. En general, el modelo observado es el de pequeñas bodegas que hacen vinos de mucha calidad con producciones muy bajas. Un ejemplo de ello, es lo que está pasando en la D.O. Arribes y en la D.O.P. Cebreros. Hay que intentar apoyar el máximo a las DD. OO. no tan conocidas. En definitiva, se trata de potenciar todo lo que el viñedo puede dar, es decir explorar todos los servicios ecosistémicos del viñedo. Además de uva para elaborar los vinos, puede aportar muchas más cosas como enoturismo, biodiversidad, etc... La viticultura es un buen reclamo para otros fines que puedan ser beneficiosos para muchos sectores económicos.
Isidre Font, Valladolid.
Publicado en Enoviticultura nº85